En España tenemos 10 cardenales españoles de verdad, es decir, españoles de España (porque también están los que crecieron y vivieron en la curia romana hasta que les tocó el capelo, y esos no son de España, que Roma “imprime carácter”). Como su sagrado deber es asesorar al Papa y auxiliarle en las más altas responsabilidades en función del bien de la Iglesia universal… entendemos que en la actual situación, sus servicios son requeridos para estar al lado de Francisco y decirle con toda la misericordia del mundo que acepte renunciar por el bien de la Iglesia, que ya ha hecho “suficiente”, y ahora toca dejar paso a otro, que no hay salida ante el cortocircuito Viganò, y cuanto más dilate la decisión peor será el terremoto. Vamos, que tengan misericordia con él, como tantas veces ha dado ejemplo el propio Francisco en su actuación en relación a otros, misericordiando a tantos.
Así que la gran pregunta es ¿quién será el primero de nuestros diez príncipes? ¿Quién principiará?
Podría ser el Cardenal Cañizares, siempre dispuesto a dialogar y a llevarse bien con todos, tanto que Rodríguez Zapatero debe ser ya casi amigo suyo, tras tanta charlita y lo bien que se lo pasaron… Aunque bien pensado, tras bendecir la “catedral de la Natura” junto con una sarta de brujos y chamanes, como centro inter-religioso de la Diócesis (¿inter-diócesis?, ¿inter-intra-extra-católica?) de Valencia, no debe andar muy bien ya de energías y fuerzas telúricas como para menearse por el Tíber, como no le lleguen nuevas ‘vibras’ u ondas, de ésas que manda Francisco. Así que iría más que a dar, a recibir, y así no sirve. Arribista y camaleónico, le ha dado igual 8 que 80. Quizá podría decir que le engañaron con lo de la “catedral de la Natura” (que no lo ha dicho), como dijo que le engañaron cuando en la toma de posesión de Valencia vistió la capa cardenalicia. ¡Qué bochorno debió de pasar! ¡Y encima con lo bajito que es! No sabemos si se habrá visto en otra igual… o todo lo demás es que le da igual. Pero peor todavía: un cardenal que es engañado tan fácilmente, tampoco es que tenga mucha autoridad como consejero para cuestiones tan serias. Descartado.
Entonces, entre los que quedan… hay varios jubilados, a los que descartaríamos sin más, pero ¿y si fuese el Cardenal Rouco? No ha ocultado su oposición a la agenda de Francisco, a pesar de su retiro dorado. Se le vio muy combativo cuando lo del Sínodo contra la familia. Pero preferirá dorar más su retiro, escribir alguna otra cosita y no correr el riesgo de que, así como no le han hecho ni caso hasta ahora, le vuelvan a humillar, cosa que es muy dura de llevar. O peor que eso, calumniar y tirar por tierra su acción, asumiendo que se trata de una maniobra fruto del despecho y la revancha. Tampoco. Descartado.
¿Podría ser el Cardenal Blázquez? Aunque en España nunca dejará de ser “un tal Blázquez”, en Roma está bien visto, porque siempre ha ido a la sombra de Francisco, es decir, ni se le ve, pero ahí está. En España ha empezado a dejar su sello desde que es cardenal, se le ve crecido: alaba con más ahínco a los gobernantes enemigos de Dios, a los que trata con suma amabilidad, impone a sus seminaristas profesores herejes, como lo más normal del mundo… Claro, un hombre del mundo de la universidad como él, que ya ha sido decano, rector y ahora canciller de la UPSA o de lo que era la UPSA que ahora debe ser algo así como la ¡upss!… ¿cómo no va a tener herejes entre sus teólogos favoritos? Tener sus bodrios de libros editados junto a los de “maestros” de altura, como cardenales de verdad, y me refiero a los Kasper y compañía (¡qué compañía!), pues le da mucho pedigrí. Podría perfectamente hablar con Francisco. Pero sospecho que su vista cansada y su cerviz corva bajo el peso de la resp… ejem, del aburrimiento, no concitarían de Francisco mucho interés por el mensaje. Además, todas las fuerzas que saca en España para defender a los enemigos de la Iglesia, compadrear con protestantes para celebrar a Lutero, y proteger a sus profes favoritos de teología (o lo que eso sea), no le valdrían con Francisco: ante él, se le doblarían las rodillas y su brillante discurso preparado se le iría al garete a la misma velocidad que se orinase encima de su sotana de fiestas. Y es que en el fondo y en la forma, siempre ha sido un tanto enquencle. Para tan alta misión, no nos vale. Descartado también.
Quedan Omella y Osoro. Entre el discípulo y el maestro, ¿dónde vamos a escoger? La esperanza a todas luces es Osoro, un cardenal de verdad, es decir, de la verdad francisquista. Un trepa, manipulador, camaleón como Cañizares, seguidista como Blázquez, ambicioso como nadie, mentiroso como pocos, y un cardenal verdaderamente de las periferias: de foto en Entrevías, otra foto con el Padre Ángel (a quien prometió que sería cardenal, y ahora que ya ha conseguido varios nombramientos episcopales de peso, todo se andará), tan, tan de las periferias que no aceptó otra diócesis que Madrid y con el cardenalato en el “pack”. Es decir, uno que se entiende a las mil maravillas con Bergoglio. ¡Eureka! Éste es nuestro hombre. Los españoles podemos descansar tranquilos. Nuestra esperanza, quien nos represente dignamente y lleve a cabo un servicio supremo a la Iglesia como no se ha visto en muchos siglos… tiene un nombre: Osoro, Osorgoglio, Carlos, el Príncipe (de la Iglesia, no de Gales).
Con sus habilidades pedagógicas y matemáticas, hará recuento de las razones por las que Francisco debe renunciar; con su elocuencia y voz que despierta a las ovejas más dormidas (a veces, porque normalmente duerme a las despiertas), dejará patente el mensaje a los oídos sensibles de Francisco; con su versatilidad para tratar sobre todos los temas y ponerse en cada caso el traje más acorde (¡cómo les gusta a estos progres vestir bien!), sabrá muy bien cómo, en qué contexto y de qué modo, abordar a Su Santidad; con su experiencia universitaria (organizando sindicatos de seminaristas al final de los 60, y ahora cargándose la Universidad San Dámaso) se presentará ante el cura Bergoglio con la autoridad de un verdadero doctor, una eminencia. Su Eminencia dará el golpe. Casi nadie lo cree, por eso es el más probable, es el gran tapado… Y es que alguno tiene que ser, ¿no? ¿Y quién mejor que él… que ya es cardenal, pero todavía no es Papa? Seguro que se habrá dado cuenta de la oportunidad que se le presenta. Y como buen jugador, valorará la apuesta, y pensará: con este golpe maestro, subiré muchos puntos como papable; yo lo valgo, pero necesito dejarme ver, y ¿qué mejor escaparate? Los continuistas me votarán, por ser uña y carne con Bergoglio, los antibergoglianos me considerarán su héroe… ¡sacaré todos los votos!
Así que ya tenemos a nuestro héroe, Su Santidad Osorgoglio Primero (quizá se humille un poquito y acepte llamarse Francisco II). No sé si será verdad aquello de que “Roma no paga a traidores”, porque de ser cierto, Osoro habría calculado mal, pero como ahora Roma está tan… “diferente”, supongo que una pequeña traición no se notará mucho. Todo sea por el bien de la Iglesia, por supuesto.
Como conclusión a nuestro análisis, sólo decir que además de buscar al candidato que dé el empujoncito que le falta a Francisco para renunciar, se necesitan también candidatos para hacer renunciar a nuestros cardenales, que no estaría mal que también ellos nos dejasen tranquilos y se dedicasen a sus labores, pero que a la Iglesia la dejasen en paz de una vez. Gracias a todos los candidatos para tan noble y nueva tarea.
Bonifacio Gómez de Castilla