DE MAL EN PEOR (II)

Decíamos ayer que el pasado jueves día 16 saldrá en los anales del disparate por méritos propios, pues la faena bergogliana fue de dos orejas y rabo. Ya hemos dado cuenta en nuestra crónica de como cortó las dos orejas, con la magistral faena de declarar presunta la nulidad de los matrimonios sacramentales, derogando “de facto” el canon 1060. Ahora explicaremos como a su segundo le cortó además el rabo.

En el discurso con ocasión de la inauguración del congreso de la diócesis de Roma, en San Juan de Letrán, refiriéndose a un capitel de la basílica de Verzolay, que según interpretación modernista, representa a Jesús Buen Pastor cargando sobre sus hombros al traidor y suicida Judas, dijo:

«Don Primo Mazzolari hizo un discurso muy bello sobre esto, era un sacerdote que había entendido bien esta complejidad de la lógica del Evangelio: ensuciarse las manos como Jesús, que no estaba limpio, e iba a la gente y la tomaba como era, no como tenía que ser».

Mazzolari fue un sacerdote, párroco de Bozzolo, modernista, que el Jueves Santo de 1958 -aún vivía Pio XII- predicó sobre el “pobre Judas”, diciendo esto:

«Pobre Judas —comenzó el sacerdote. Yo no sé qué le habrá pasado en el alma. Es uno de los personajes más misteriosos que encontramos en la Pasión del Señor. Tampoco trataré de explicarlo, me conformo con pedirles un poco de piedad por nuestro pobre hermano Judas. No se avergüencen de asumir esta fraternidad. Yo no me avergüenzo, porque sé cuántas veces he traicionado al Señor; y creo que ninguno de ustedes debería avergonzarse de él. Y al llamarlo hermano, nosotros usamos el lenguaje del señor. Cuando recibió el beso de la traición, en el Getsemaní, el Señor le respondió con esas palabras que no debemos olvidar: ‘¡Amigo, con un beso traicionada Hijo del hombre!’».

Después de haber recordado el fin desesperado del apóstol, Mazzolari concluyó:«Perdónenme si esta tarde, que habría tenido que ser de intimidad, les he traído consideraciones tan dolorosas, pero yo quiero también a Judas, es mi hermano Judas. También rezaré por él esta tarde, porque yo no juzgo, yo no condeno; debería juzgarme a mí, debería condenarme a mí. Yo no puedo no pensar que es también para Judas la misericordia de Dios, este abrazo de caridad, esa palabra amigo, que le dijo el Señor mientras él lo besaba para traicionarlo; yo no puedo pensar que esta palabra no se haya abierto brecha en su pobre corazón. Y tal vez, el último momento, al recordar esa palabra y la aceptación del beso, Judas también sintió que el Señor lo quería y lo recibía entre los suyos. Tal vez fue el primer apóstol que entró, junto a los dos ladrones. Un séquito que parece no hacer honor al Hijo de Dios, como algunos lo conciben, pero que es una grandeza de su misericordia».

Antes de comentar tales palabras conviene precisar que el capitel al que se refirió Bergoglio y que, según interpretación modernista, representa a Jesús cargando sobre sus hombros a Judas, no tiene ese significado. La imagen que pretenden los modernistas como del Buen Pastor que lleva a hombros un suicida tiene un gesto serio, adusto, severo, y viste como en época medieval. En realidad es el encargado de enterrar a los suicidas fuera de tierra sagrada, de ninguna manera el Buen Pastor. Por tanto, ese capitel es una advertencia moral contra el suicidio -al lado figura un ahorcado con la lengua fuera-, que acarreaba la pena de ser sepultado fuera de tierra sagrada, recordando la secular condena eclesiástica del suicidio.

Hecha esta aclaración iconográfica, entremos en materia respecto del discurso.

Ante todo, pregunto: Honradamente, ¿hay algún cristiano, por tolerante y compasivo que se sienta, por buenrollista que quiera aparecer ante los demás, capaz de llamarse “hermano” de Judas Iscariote? Estamos hablando del que traicionó al Señor por treinta monedas, y del que hurtaba de la caja común que tenían Jesús y los apóstoles para aviarse en sus necesidades, sin que se arrepintiera de ninguna de tales conductas, sino desesperado, se suicidó.

Hay una forma moderna de hipocresía, pues cada época tiene sus modas morales. En el pasado fue tal vez una exagerada pudibundez; actualmente, la moral socialmente correcta no está relacionada con el sexo, sino con aparentar -al menos aparentar- ser muy tolerante, muy comprensivo, muy buenrollista, muy ecologista, muy amigo de los animales, no fumar, y no ir a los toros. Por tanto, es una manifestación de hipocresía actual hacer alarde de comprensión, de buenrollismo, de tolerancia, incluso ante personajes tales que se han hecho acreedores del mayor desprecio. Sin que ello suponga ignorar los pecados y flaquezas propios, sino ser conscientes de donde están la justicia y la verdad. En el caso de Judas Iscariote, cuyo proceder y cuyo final conocemos bien, excederse en compasión y fraternidad con él constituye una injusticia para con el traicionado, Jesucristo. Es verdad que cada pecado nuestro es una traición a Cristo, pero mientras nos arrepintamos y volvamos sobre nuestros mal andados pasos, ya nos alejamos del paradigma de Judas, quien, para desgracia suya, no se arrepintió, sino se obstinó en su desesperación.
Judas Iscariote es uno de esos personajes del Nuevo Testamento de los que, por revelación, conocemos su destino eterno: “El Hijo del Hombre se va, según está escrito de El; pero ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Mejor le fuera a ese hombre no haber nacido.” (Mt. 26, 24)… “Y después del bocado, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo: Lo que vas a hacer, hazlo pronto” (Jn. 13, 27). Judas es un condenado. Así que Dios nos libre de “fraternidad” con un condenado.
No es la primera vez en que Bergoglio tiene “compasión” de Judas Iscariote. También en abril, el día 11, en una homilía en Santa Marta, dijo que Judas estaba arrepentido, y culpó de su suicidio a los fariseos, que respondieron a su “arrepentimiento” con un corazón cerrado:

«Me duele —confesó Francisco— leer ese breve pasaje del Evangelio de Mateo, cuando Judas arrepentido va a los sacerdotes y les dice: “he pecado”, y quiere dar … y da las monedas». Pero ellos le contestan: «¡Qué nos importa! ¡Tú verás!». Tienen «un corazón cerrado ante este pobre hombre arrepentido que no sabía qué hacer». Ellos le dicen: «Tú veras». Y así Judas «fue y se ahorcó».

Y «¿qué es lo que hacen cuando Judas va a colgarse? Hablan y dicen: “pero, pobre hombre …”». Y, a continuación, refiriéndose a los treinta denarios añaden, «son precio de sangre, no pueden entrar en el templo». En esencia son «son los doctores de la letra», y así siguen «tal y tal y tal regla …».
A ellos, destacó el Papa, «no les importa la vida de una persona, no les importa el arrepentimiento de Judas: el Evangelio dice que regresó arrepentido».

Falsea los hechos. Judas no se arrepintió nunca. El que se arrepintió fue Pedro, de quien el Evangelio nos dice que, tras sus tres negaciones, “salió fuera y lloró amargamente”. Pero Judas no se arrepintió, sino tuvo muchos remordimientos, que por obra de influjo satánico, le condujeron a la desesperación y al suicidio. El suicidio NUNCA es humanamente fruto del arrepentimiento. Esto es algo que pertenece incluso a la sabiduría y cultura popular, no en vano en los pasos de Semana Santa se representa a Judas con un gesto feo y torvo, mientras que a San Pedro y los demás apóstoles con expresión triste y compungida.
Así que, lo dicho: Dios nos libre de tales “fraternidades” con Judas Iscariote.
He de confesar que esta tendencia “compasiva” de Bergoglio para con Judas me inquieta mucho, me produce desazón, me perturba incluso. “Lo que vas a hacer, hazlo pronto”.
Por último, pero no menos importante, es esta frase de la homilía de Mazzolari: “Tal vez fue el primer apóstol (Judas) que entró (en el Cielo), junto a los dos ladrones.” Bergoglio no la ha pronunciado, pero la ha hecho suya. Revela, en primer lugar, que esa misericordia sin exigencia de arrepentimiento ya era defendida, por algunos, en tiempos de Pio XII, es decir, este aspecto del árbol modernista tiene raíces muy profundas; y en segundo lugar, la osadía de poner al traidor y al ladrón no arrepentido -eso se deduce del texto evengélico- ¡entrando en el Cielo por delante de todos los demás apóstoles!
Algunos, con tal de aparecer como tolerantes, misericordiosos y buenrollistas, caen en la grave injusticia de suponer que han entrado en el Cielo, por delante de apóstoles que murieron casi todos mártires, un traidor suicida y un malhechor no arrepentido.

Rafael Laza