Decía Juan Pablo II que una democracia que no respeta la ley natural termina convirtiéndose en la peor de las tiranías. Nuestros políticos no entienden esto o no quieren entenderlo, y prevarican contra la justicia y contra la verdad de las cosas cuando legislan, apoyados en las mayorías parlamentarias, como les da la gana, sin respetar ni a Dios ni a los hombres, ni la ley natural ni la moral objetiva ni las tradiciones ni el bien de sus pueblos, ni ná de ná.
Así son algunos Obispos, que de pastores de la grey encargados por Cristo de cuidar de sus ovejas (es decir, las ovejas de Cristo, no de ellos), han pasado a ser mercenarios que las tratan de cualquier modo y no respetan ni la ley divina, es decir, la del Señor de todos (ovejas y pastores), ni la ley natural, ni la moral objetiva, ni ná de ná. Son los Obispos demócratas, que apoyados en sus mayorías en los parlamentos en que han devenido las conferencias episcopales, hacen lo que les da la gana y se saltan todas las leyes.
En los gobiernos democráticos liberales uno sabe a lo que se expone. El mal está en su germen: es decir, el régimen trae estas consecuencias, que Juan Pablo II advirtió muy ponderadamente, pero que los Obispos actuales no denuncian, cuando el mal ha llegado a límites que claman al cielo, con leyes que Juan Pablo II sólo intuyó, como las leyes de ideología de género, de transexualidad infantil, del ‘derecho’ al aborto, de la eutanasia y la protección a la usura y al latrocinio, empobreciendo a las familias y a los trabajadores cada vez más.
Pero claro, que nuestros Obispos no denuncien este régimen puede explicarse porque ellos lo han copiado, y si lo han copiado será porque les gusta. En las Conferencias Episcopales no debería caber esa tendencia anti-natural y anti-divina, ese imperio tiránico que subyuga a los súbditos sin compasión al violentar toda justicia. No debería, porque los Obispos, a diferencia de los parlamentos democráticos liberales han prometido obediencia a esas leyes naturales y divinas y están limitados por el derecho canónico, para ayudar a que esto se cumpla. Pero ni por ésas. Se han convertido en una mala copia de los gobiernos tiranos democráticos liberales.
Efectivamente, sabíamos que varios Obispos de todo el mundo estaban promoviendo el sacrilegio al dar instrucciones para que las personas en situación objetiva de adulterio y sin deseo de cambiar su situación tengan acceso a la Comunión, contra toda verdad, justicia, ley divina y contra toda ley de la Iglesia. Pero lo de la Conferencia Episcopal Alemana es ya para nota…
En un documento que han votado y publicado titulado “El gozo del amor” (se ve que la alegría de adulterar está creciendo tanto que ya es gozo desbordante, y es que Amoris Laetitia ha sido sólo un punto de partida sin retorno… hacia el caos) afirman que a personas en ese estado de adulterio “debe respetarse una decisión en favor de la recepción de los sacramentos”. Vamos, que hay que respetar el mal, lo que implica, digo yo, no respetar el bien. Pero da igual, se vota y listo. ¿Que el Evangelio no admite esto? Se lo salta uno. ¿Que la Tradición de la Iglesia tampoco? Empezamos otra tradición. ¿Que el Magisterio (hasta Amoris Laetitia) no lo admite? Nos quedamos con Amoris Laetitia, claro. ¿Que el derecho canónico es claro en su imposibilidad? Pues nosotros lo hacemos posible.
El argumento es impecable: hay que respetar las conciencias, y no caer ni en el rigorismo ni en el laxismo. Es decir, votan por el consenso. Lo mismo que sus colegas políticos invocaron para aprobar el aborto en determinados supuestos: ni el laxismo de aprobarlo indiscriminadamente ni el rigorismo de prohibirlo en todos los casos. Hay que matar con moderación (¡como si se tratase de la campaña de la Dirección General de Tráfico: conduzcan con moderación y no se maten todos ustedes, admitimos unas cuantas muertes). Ya vemos para qué sirvieron la leyes moderaditas del consenso: para abrir las puertas al aborto indiscriminadamente, pues una vez permitido, todas admitido. Es decir, lo mismo que va a ocurrir ahora con estos Obispos tiranos y falsos pastores: una vez permitido el sacrilegio, todas admitido, una vez permitido pisotear el Cuerpo de Cristo con la venia episcopal, todo pisoteo admitido. Y viva el consenso democrático.
Es la tiranía de los Obispos demócratas. Los opresores de nuestros tiempos, que implantan la injusticia y el anti-derecho. Pero si ya ni en la Iglesia (casi) nadie es capaz de reclamarles cuentas, Dios no tardará en hacerlo.
Y mientras hay quien dice que no hace falta responder a las dubia ni piensa hacerlo… Claro que no es que haga falta, ¡es que es de apremiante justicia responder! Pero claro, quien así piensa, se ve que le dan igual la verdad y la justicia, amén del diálogo, la claridad y lo que piensen los demás, hasta lo que piense Dios le debe dar igual. Aquí lo que vale es el ‘consenso’ de los ‘demócratas’ que no leen la Biblia sino ‘dialogan con el mundo’… para imponer tiránicamente el plan de la masonería. Esto es lo que hay.
Bonifacio Gómez de Castilla