“Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble, en los cielos, en la tierra y en los abismos y toda lengua confiese que Cristo Jesús es el SEÑOR, para gloria de Dios Padre” (Flp 2,10)
Tan hermosos los burros, son más inteligentes que muchos que se dicen cristianos, por algo tuvo uno el privilegio de llevar montado al Salvador del mundo.
Hoy declaro que no tengo otro Dios fuera de la Santísima Trinidad, Padre, el Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo.
Buda y cualquier otro signo religioso no es más que idolatría. Puedo en un sano diálogo respetar la fe de los demás pero sin negociar la mía, sin esconder a Cristo crucificado en quien creo y me glorío no por mis méritos sino por su amor hacia mi que con su sangre me redimió.
Jesús no es una propuesta más entre muchas, es un abominación creer que Nuestro Señor puede estar al mismo nivel de Buda.
Ningún sacerdote, obispo, cardenal ni siquiera el mismo Papa pueden cambiar la Palabra de Dios. “Los cielos y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”.
En el comienzo del Evangelio de Marcos, dice que Jesús marchó a Galilea y proclamaba la Buena Nueva de Dios (Mc 1,14). Nosotros los pastores tenemos que proclamar como hizo Jesús, el Evangelio de Dios, no mi evangelio. No es el evangelio de Pepito, de Pachito o de Juanito. Es el Evangelio de Dios.
Y en Evangelio de hoy, Jesús cura a la suegra de Pedro y a mucha gente que estaba a la puerta (Mc 1,32-34). Sabemos que su fama crecía por toda la región pero eso no embriagó a Jesús, al contrario, se retira en la madrugada a un lugar solitario para orar. Simón y los compañeros lo buscan para decirle: “Todos te buscan” (Mc 1,36-37). Jesús replicó: “Vamos a otra parte” (Mc 1,38). Simón que es el mismo Pedro, está confundiendo las cosas, piensa que somos el centro, el punto de referencia. A todos nos encanta que nos busquen, que nos tengan en cuenta, pero Jesús nos dice otra cosa.
Menos mal que Pedro se convirtió y aprendió la lección. Hoy el Vicario, el nuevo Pedro debe anunciar a Cristo sin temor, sin ocultarlo, sin rebajarlo, sin igualarlo.
Ningún Pastor puede rebajar a Cristo y exaltarse a sí mismo. El mundo quiere escuchar cosas bonitas que no incomoden. Los pastores tenemos que anunciar la Verdad que es Cristo aunque nos cueste perder la cabeza como Juan Bautista. No podemos buscar los aplausos de nadie.
“Ay, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros, pues de ese modo trataron sus antepasados a los falsos profetas” (Lc 6,26).
Hermano católico no te dejes confundir!!!
Un sacerdote carmelita