MISA DE LOS CATECÚMENOS O LITURGIA DE LA PALABRA
Desde el principio al Gloria
1.- El Sacerdote al pie del altar, se reconoce indigno de celebrar tan alto Misterio.
2.- Empieza la Misa en Nombre de la Santísima Trinidad. A Ella se dirige la Misa; y es el único ofrecimiento digno de Dios que puede el hombre presentarle, porque le ofrecemos al mismo Hijo, igual al Padre y al Espíritu Santo. Cuando decimos que se celebra una Misa a la Virgen o a los Santos, se entiende siempre ofrecida a Dios y poniendo por intercesores a la Virgen o a los Santos.
3.- El Sacerdote pide perdón por si y por los fieles antes de subir al altar; rezan todos humildemente el Confiteor Deo (yo pecador).
4.- Así preparado, sube al altar y lo besa en el lugar donde están las reliquias de los Mártires. Como el altar representa a Jesús, suele besarlo antes de dirigirse a los fieles, como pidiendo a Jesús la bendición o saludo que va a darles.
INCENSACIÓN
5.- Al principio de la Misa, después de acercarse el Sacerdote al altar y una vez lo ha besado ‘en el medio, en las Misas solemnes se procede a la incensación. Las nuevas rúbricas autorizan para que en toda Misa cantada pueda efectuarse dicha incensación.
6.- El Celebrante bendice el incienso que le presenta el Diácono (en su defecto el acólito) diciendo:
Ab ill0 benedicáris in cujus honóre cremáberis | Bendígate Aquel en cuyo honor vas a ser quemado.
7.- Inmediatamente el Sacerdote, sin decir nada, inciensa el altar del modo que indican los números siguientes:
8.- Introito, significa entrada, porque antiguamente mientras se cantaban algunos salmos, entraban solemnemente el Obispo y los Ministros para empezar la Misa.
9.- El Sacerdote se santigua al empezar el Introito; pero en las misas de Réquiem hace la Cruz de cara al Misal.
10.- Las palabras Kyrie, eléison significan: Señor, tened piedad. Antiguamente se decía muchas veces, alternando los Kyríes y los Christes, según la devoción de los fieles y rogando por diversas intenciones o necesidades.
11.- El «Dóminus vobiscum» es un saludo dirigido al pueblo. Cuatro veces se dice de cara al mismo. Y se contesta deseando al Sacerdote el mismo bien que él nos desea.
Del Gloria al Evangelio
1.- El «Glória in excélsis Deo» se llama también Himno angélico, porque empieza con las palabras que cantaron los Ángeles en Belén.— Se omite en las Misas que se dicen con ornamentos negros y morados, y en algunas otras.
2.- El Gloria es:
1) un verdadero trisagio a la Santísima Trinidad;
2) un himno de acción de gracias.
3.- Las Oraciones. Después de los Kyries o del Gloria siguen las Oraciones propias del día.
4.- Toda Oración tiene tres partes:
1) alabanza a Dios;
2) petición o súplica;
3) conclusión o recurso a Jesús como Mediador ante el Padre.
5.- La Epístola. Terminada la Oración y sentados todos, antiguamente un Subdiácono leía en voz alta un trozo de la Sagrada Escritura.
6.- Gradual. Llámase con este nombre lo que sigue a la Epístola, porque en los primeros siglos se leía o cantaba desde las gradas del ambón o púlpito. El Gradual era parte de la Misa que más se prestaba para la armonía.
7.- Termina el Gradual con el aleluya, expresión de júbilo y alegría, que se repite muchas veces en el Tiempo Pascual.
8.- Al Gradual sigue a veces el Tracto, llamado así por cantarse antiguamente uno tractu, es decir, de un tirón. Se dice desde Septuagésima al Sábado Santo.
9.- Sigue a veces la Secuencia, hermoso himno poético, jubiloso o triste, según la fiesta.
Evangelio y Credo
1.- Prepárase el Sacerdote para leer el Evangelio, pidiendo al Señor que limpie sus labios y su corazón. Pide especial bendición a Dios, que se omite en las Misas de Difuntos.
2.- Al leer el Evangelio, el sacerdote, en señal de respeto a la palabra de Dios, contenida en el Evangelio, hace la señal de la Cruz sobre el libro, y al fin lo besa. En las Misas solemnes, no de Réquiem, se inciensa el libro.
3.- Antiguamente todos los asistentes a la misa besaban el libro al concluirse el Evangelio.
4.- Sermón u homilía. Llámese homilía a la explicación que suele hacerse del Evangelio, después de leerlo o cantarlo. La Iglesia ha acostumbrado siempre, sobre todo en los domingos y en las Misas más frecuentadas por los fieles, hacer esta breve explicación.
5.- Obran muy mal aquellos cristianos que no quieren oír semejantes explicaciones, porque si el Párroco o Sacerdote tiene obligación de hacerla, los fieles la tienen de oírla.
6.- El Credo es un resumen de lo que debe creer todo cristiano para salvarse.
7.- Con el Credo termina la primera parte de la Misa, llamada de los catecúmenos 0 antemisa.
Era antiguamente la parte instructiva y preparatoria para los que habían de recibir el Bautismo. Por eso abundaban las oraciones, lecturas y explicaciones, que terminaban con el acto de fe contenido en el Credo.
MISA DE LOS FIELES O LITURGIA EUCARÍSTICA
Ofertorio
1.- Los catecúmenos, después de recibir la bendición se retiraban porque no entendían aún lo referente a la Eucaristía.
2.- Del pan que presentaban los fieles, una parte era consagrada en la Misa; otra se bendecía y se daba a los fieles, aun a los ausentes, y otra se daba a los pobres.
3.- Ofertorio. Para entretener a los fieles y a fin de evitar todo desorden mientras se hacía el ofrecimiento del pan y del vino, solía entonarse un canto procesional, del cual ha quedado tan sólo lo que se llama Ofertorio.
4.- El Sacerdote ofrece al Eterno Padre la Hostia colocada sobre la patena.
5.- Mezcla después unas pocas gotas de agua en el vino que se ha de consagrar, y ofrece el Cáliz. La mezcla del agua y del vino representa:
1) la unión de la Naturaleza Divina con la humana en la Persona de Jesús;
2) el agua y sangre que salió del costado de Jesús.
6.- Llámase oblata (cosas ofrecidas) el pan y el vino que se ofrecen en la Misa.
7.- La oferta por la aplicación de la Misa. Desde la más remota antigüedad, los fieles contribuían con sus ofertas de pan y vino para la aplicación de la Misa y para el sostenimiento del Sacerdote. Hoy se suple esto con la limosna que se da por la celebración del Santo Sacrificio.
8.- Recuerden todos que lo que se da al Sacerdote para la celebración de la Misa no es su precio, sino una limosna, cuya cantidad señala el Obispo.
9.- Incensación de la Oblata en las Misas solemnes. Después del Ofertorio y antes del lavatorio de manos, se inciensa la Oblata, o sea, la Hostia y Cáliz juntamente, como se indica en las siguientes figuras (2 y 3).
10.- Hace ahora tres cruces sobre la oblata y tres círculos a su alrededor de la manera siguiente:
1. Incénsum——2. Istud—— 3. A Te——4. Benedictum——5. Ascéndat—— 6. Ad Te, Dómine.
7. Et desce’ndat super nos——8. Misericórdia——9. Tua.
Traducción: Este incienso que habéis bendecido, suba hasta Vos, Señor, y descienda sobre nosotros vuestra misericordia.
11.- Inmediatamente inciensa el altar de la manera que indica la figura 1 , diciendo:
1. Dirígátur — 2. Dómine -— 3. Orátio mea — 4, 5, 6, 7. (Incensa las reliquias, sin decir nada) —8. Sícut—— 9. Incénsum — 10. In conspéctu tuo -—11. Elevátio —— 12. Mánuum —- 13. Meárum —— 14. Sacrificium —— 15 Vespertínum —— 16. Pone —- 17. Dómine — 18. Custódíam — 19. Ori —— 20. Meo ——— 21. Et óstium -— 22. Circumstántiae ——— 23. Lábiis meis — 24. Ut non declínet —— 23. Cor meum — 26. In verba malítiae — 27. Ad excusándas —— 28. Excusatiónes — 29. In peccátis.
Traducción: Suba, Señor, a vuestra presencia, cual incienso, mi oración; sea la elevación de mis manos como el sacrificio vespertino. Poned, Señor, guarda a mi boca y puerta fortificada a mis labios, para que mi corazón no se incline a p alabras maliciosas, hasta buscar pretextos en el pecar.
12.- Al entregar el incensario al Diácono, dice:
Encienda el Señor en nosotros el fuego de su amor, la llama de su eterna caridad. Amén.
13.- Oráte, fratres. Preparado ya el pan y el vino que se han de consagrar, el Sacerdote, invocada la Santísima Trinidad, se vuelve al pueblo y le pide que ruegue, para que el sacrificio, suyo y de ellos, que va a ofrecer, sea agradable a la Divina Majestad.
14.- Oraciones secretas. Llámanse así estas Oraciones, más que por rezarse en voz baja, porque hacen siempre referencia a los dones o presentes de pan y Vino que habían ofrecido los fieles.
15.- Los Prefacios de la Iglesia Romana son verdaderas joyas literarias, llenas de profunda piedad y celestial doctrina. En ellos, después de ha— ber excitado la Iglesia a los fieles a dar gracias a Dios, suele recordar, según las diferentes fiestas o misterios, algún motivo especial, por el cual debemos estar agradecidos al Señor.
16.- Antiguamente los Prefacios romanos cambiaban en cada fiesta y se contaban hasta cerca de trescientos. Todos están inspirados en los mismos sentimientos de gratitud y elevación a las cosas celestiales. Y en todos se pone a Jesús como punto de enlace entre Dios y los hombres.
17.- Sanctus, Sanctus, Sanctus. Himno celestial y terreno, divino y humano, en que se unen Ángeles y hombres para alabar y bendecir a Dios. Tres veces se dice en honor a las Tres Divinas Personas. Isaías, cerca de 800 años antes de Jesucristo, oyó este cántico en una visión celestial; y la Iglesia ha añadido al mismo las aclamaciones con que fue recibido Jesús en su entrada en Jerusalén.
18.- El Sacerdote se inclina al decir Sanctus en señal de respeto y adoración. Antiguamente el pueblo cantaba este himno junto con el Sacerdote.
Canon de la Misa
1.- Canon de la. Misa. Es la parte principal de la misma. En muchos códices antiguos, la T (primera letra del canon Te ígitur) está adornada con finísimas y artísticas miniaturas, incluso con la imagen del Crucifijo. De ahí la costumbre de poner al principio del canon la imagen de Jesús Crucificado.
2.- Hace más de 1.300 años que el Canon se reza de la misma manera y consta de las mismas palabras de Jesucristo, de las tradiciones de los Apóstoles y de las Oraciones compuestas por los Santos Padres, sobre todo San Dámaso, San Gregorio, San León, San Ambrosio…
3.- Por quiénes se ruega. En el Canon se ruega:
1) por la Iglesia Católica en primer lugar;
2) por el Papa y todos los Obispos y por el Obispo propio;
3) por los Vivos y, de una manera particular, por aquellos que hacen Celebrar aquella Misa.
4.- Rogamos en unión con los del Cielo. A este fin acudimos en primer lugar a la Virgen María, después a San José, a los doce Apóstoles y a doce Mártires.
5.- Antiguamente, al rogar por los vivos u oferentes, el Celebrante se detenía, y un Diácono leía los dípticos, o sea dos tablillas de marfil, unidas con bisagras a manera de libro, en donde estaban escritos los nombres de las personas que habían hecho la ofrenda o dado la limosna para la celebración.
6.- Aconsejamos a las personas que hacen celebrar Misas que, por regla general, las hagan celebrar a su intención. Así pueden poner, añadir, cambiar las intenciones que quieran con tal que sea antes de la Consagración de la Misa. No importa que no las sepa el mismo Celebrante. Ya las sabe Dios, a quien se ofrece el Sacrificio.
7.- Los Apóstoles recordarían muy bien lo que habían visto hacer a Jesús en la última Cena, cuando instituyó la Eucaristía y les dijo “Haced esto en memoria mía”.
8.- En el mismo momento en que el Sacerdote acaba de pronunciar las palabras de la Consagración se verifica el gran milagro de convertirse el pan en el verdadero Cuerpo de Jesús, y el Vino en su preciosísima Sangre.
9.- Elevación de la Hostia y el Cáliz, lo más natural es que se miren y no que en aquel momento se esté con la cabeza inclinada.
10.- Los orientales tienden a esconder el Sacramento y conservarlo siempre en un ambiente de misterio. Al efecto, separan las naves de la iglesia donde están los fieles y el presbiterio donde están celebrando los Sacerdotes.
11.- Conviene notar la gran reverencia con que es tratado Jesús Sacramentado:
1) El Sacerdote, desde la Consagración ya no separa el dedo pulgar del índice, sino para tomar la Hostia ya consagrada.
2) Hace genuflexión siempre que ha de tomarla en sus manos, y la repite después de colocarla sobre el altar.
3) Los fieles deben estar con reverencia.
12.- Ofrenda de la Víctima. El verdadero Ofertorio u oblación de la Divina Víctima se hace al Eterno Padre después de la Consagración. En el primer ofertorio de después del Evangelio se ofrece el pan y vino que se han de consagrar; ahora se ofrece el Pan y Vino ya consagrados, es decir, el Cuerpo y Sangre de Jesús, que están sobre el altar.
13.- Tres pasos de la vida de Jesús recuerda el Sacerdote al ofrecer al Eterno Padre la Divina Víctima: la Pasión, la Resurrección y la Ascensión.
14.- Recuerda también tres sacrificios del antiguo Testamento: el de Abel, que ofrecía a Dios lo mejor de sus ganados; el de Abraham, que estaba dispuesto a sacrificar a su propio hijo, y el de Melquisedec, que ofreció pan y vino. Y pide al Padre Eterno que, así como aquéllos le fueron agradables, mucho más se digne aceptar el Sacrificio que Jesús, su Divino Hijo, ofrece por nosotros.
15.- Memoria de los difuntos. La Iglesia acostumbró ya desde su principio a rogar por los difuntos. Al llegar a un punto determinado de la Misa, un Diácono tomaba los dípticos y leía los nombres de los difuntos por los cuales se rogaba de una manera especial.
16.- Rogando por los demás. El Sacerdote se golpea el pecho, diciendo: También a nosotros pecadores…, etc, rogando por si y por los demás del clero.
17.- Los bienes a que se refiere la oración del Sacerdote parecen ser los diversos objetos que se bendecían en esta ocasión.
18.- Con la pequeña elevación de la Hostia y del Cáliz, verdadera glorificación de la Santísima iTrinidad, termina solemnemente el Canon.
Preparación para la Comunión
1.- Terminado el Canon, el Sacerdote se prepara inmediatamente para la Comunión, y reza la oración del Padrenuestro, salida, más que de los labios, del Corazón del Divino Redentor. Es la gran oración sobre toda otra oración, la oración predilecta de la Iglesia.
2.- Así nos enseña ella a rezar la oración del Padrenuestro. En esta ocasión, teniendo a Jesús presente sobre el altar, dirige al Padre esta plegaria, llena de confianza y de filial amor.
3.- El Sacerdote divide la Hostia, a imitación le lo que hizo Jesús en la última Cena, dividiendo el pan y repartiéndolo entre los Apóstoles.
4.- El Sacerdote echa una partecita de la Hostia dentro del Cáliz, ya para demostrar que el Cuerpo y Sangre de Jesús es un mismo Sacrificio, ya para enseñarnos la mutua caridad que ha de haber entre los hombres. Antiguamente el Papa hacía llevar parte de la Hostia por él consagrada a los Obispos de Roma y a los Sacerdotes de las iglesias titulares, los cuales la mezclaban con la Sangre de su respectivo Cáliz.
Comunión
1.- Rezadas las oraciones preparatorias a la Comunión, el Sacerdote va a tomar el Cuerpo y Sangre de Jesús.
2.- El Sacrificio comprendía siempre, en toda religión, tres momentos bien diferentes:
a) el ofrecimiento de la Víctima a Dios;
b) la inmolacíón o destrucción de la misma;
c) la participación, por la cual los que la ofrecían comían parte de la misma víctima.
3.- Jesús ha conservado estos tres momentos y los ha sublimado de una manera admirable. El mismo Jesús es la Divina Víctima; la única Víctima agradable a Dios después que Él abolió los sacrificios de la antigua Ley. Y esta Víctima
a) la ofrecemos al Padre eterno en el Ofertorio;
b) se inmola por nosotros en la Consagración;
c) se comunica a nosotros en la Comunión.
4.- La Comunión es el natural complemento del Sacrificio; y los antiguos fieles no sabían Separar estas dos cosas: asistir a la Misa y comulgar. También ahora lo recomienda mucho la Iglesia.
5.- Durante la Comunión, que a veces se prolongaba bastante rato, solía cantarse algún salmo, contestando el pueblo con una antífona, a manera de estribillo. De esto ha quedado solamente la antífona de la Comunión.
Después de la Comunión
1.- Todo lo que sigue después de la Comunión va encaminado a dar gracias a Dios por el Sacrificio ofrecido y por la Comunión recibida. La gratitud debida a Dios ocupa un lugar preferente en la liturgia.
2.- Las Oraciones que en la Misa se dicen después de la Comunión no Se refieren sólo al Sacerdote, sino a todos los demás que han comulgado, o asistido a1 Santo Sacrificio.
3.- Sería mejor comulgar dentro de la Misa; pero esto, por diversas circunstancias, no será muchas Veces posible. Lo que importa, ante todo y sobre todo, es que la audición de la Misa sea atenta, y la Comunión devota y fervorosa.
4.- Siguen las Oraciones llamadas Poscomunión, que son de acción de gracias a Dios.
5.- Ite, Missa, est. Terminada la acción de gracias, antiguamente un Diácono, en nombre del Celebrante, se dirigía al pueblo y le decía: Podéis retiraros, porque la Misa ha terminado. Aun ahora, en las Misas solemnes, el Diácono canta el Ite, Missa est. Después el Celebrante da la bendición.
6.- En algunas Misas no se despedía así al pueblo, el cual debía quedarse en la Iglesia, terminada la Misa, para asistir a otros rezos, procesiones o bendiciones. Actualmente el Sacerdote, de cara al altar, dice Benedicámus Dómino, a lo que se contesta: Deo grátias.
7.- En las Misas de difuntos tampoco se despedía al pueblo. Ahora dice el Sacerdote: Requiescant in pase. Se contesta: Amén.
Conclusión
1.- La última bendición. Siempre ha sido costumbre bendecir al pueblo antes que éste se retire del templo.
2.- Propiamente se despedía a los fieles sólo en aquellas Misas a las que habían sido invitados y a las que tenían obligación de asistir.
3.- El último Evangelio. Después de la bendición (que no se da en las Misas de Difuntos y en las que se ha dicho “Benedicámus Dómino”), se lee el último Evangelio.
4.- El último Evangelio es siempre el de San Juan, pero:
a) En la tercera Misa, de Navidad se omite.
b) También se omite el Domingo de Ramos si se ha hecho la bendición de los ramos, en la Misa de la Vigilia pascual y cuando sigue a la Misa la absolución del túmulo o alguna procesión.
5.- Las tres Avemarías. Deben rezarse de rodillas en todas y solas las Misas rezadas; pero se suelen omitir cuando la Misa ha revestido alguna solemnidad externa, o si se ha predicado.
6.- A estas Avemarías siguen algunas breves oraciones, que terminan con las tres jaculatorias al Sagrado Corazón de Jesús.
7.- Nadie debe salir de la Iglesia hasta que el Sacerdote esté fuera del altar.
1) Lo desea la Iglesia.
2) Lo pide el buen ejemplo.
3) Lo exige la buena educación.
8.- Muchos de los que tal hacen, considerarían una grosería salirse del local, antes que se terminara un concierto.