San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia, habló sobre este tema en su magnífico libro Conformidad con la voluntad de Dios.
Dice el santo que es en la sequedad y desconsuelos del alma cuando Dios prueba a sus verdaderos amigos. San Macario tenía un monje amigo llamado Paladio que padecía en la oración congojas de muerte. El santo le dijo “Cuando te venga la idea de abandonar la oración piensa: por amor a Jesucristo estoy contento con estar aquí guardando esta celda”.
San Francisco de Sales decía que aunque en la oración no hiciéramos más desechar las distracciones y resistir las tentaciones ya sería buena a ojos de Dios. Dice el monje Taulero que con no abandonar la oración, a pesar de la aridez que con ella sintamos, alcanzaremos del Señor mayor cúmulo de gracias que si durante mucho tiempo hubiéramos gozado en ella de sensibles consuelos.
Afirmaba el Abad Marcet (abad de Montserrat entre 1912 y 1946) que no sabía orar, ya que el tedio que sentía era extremo. Pero eso no le impidió vivir y morir santamente.
Pensemos que Santa Juana de Chantal estuvo más de 40 años en la más completa aridez espiritual y ello tampoco le impidió alcanzar el Cielo. Muchas veces Dios prueba a sus hijos más amados con fuertes desolaciones, ya que esto les curte y fortalece su temple además de servir de expiación por sus pecados.
Santa Teresita de Lisieux, Doctora de la Iglesia llegó a decir que nunca había conseguido rezar un Rosario sin distracciones.
Hay que tener claro que según Ligorio a veces el Señor dispone que caigamos en desconsuelo espiritual para nuestro mayor provecho y para que conservemos la humildad.
Rafael María Molina Sánchez
Muy buenos consejos
Ciertamente poco se sabe de la sequedad espiritual, al contrario, se cree que la gente más bendecida es la colmada por supuestos dones extrahordinarios.