Continuamos con la serie de artículos en homenaje a San Juan Bosco y el inicio de la Obra Salesiana en Barcelona.
CAPÍTULO 2: PRONTITUD PARA HACER EL BIEN
Don Bosco llegó a Barcelona a primeros de abril de 1886 y permaneció en el pueblo de Sarriá, entonces municipio independiente, cerca de un mes. Fue visitado por los directores de los principales periódicos de la época: el Diario de Barcelona, el Correo Catalán y por el célebre director de la Revista Popular, doctor Sardá i Salvany.
Muchos laicos y religiosos, entre éstos el provincial de los jesuitas también acudieron a conocer al fundador de los salesianos. El día 11 de abril, entre las tres y las seis de la tarde tuvo que atender unas dos mil personas. Precisamente se hallaba entre ellas una jovencita de unos quince años, que tenía el brazo y la pierna derecha baldados; presentóse con su madre pidiendo la bendición de don Bosco. Él la bendijo y después le preguntó: —¿Dónde siente el mal? —Aquí, en la mano —respondió la joven— no la puedo abrir.
Don Luis y sus primos, se sentaron en las mesas preparadas en el jardín. Los demás tomaron asiento en el salón-comedor, en una mesa con cincuenta cubiertos. Reinó tal cordialidad que don Bosco y los suyos tenían la impresión de encontrarse en familia. Uno de los comensales dijo a don Bosco: —Don Bosco, es preciso que rece para que nos encontremos todos reunidos en el cielo, como nos encontramos aquí. El Santo tomó una actitud seria y pronunció estas palabras, en medio del silencio general: —Es lo que yo quisiera, mas no será así. Estas palabras causaron en todos una visible contrariedad. Pero don Bosco, para serenar los ánimos, volvió a su habitual sonrisa y dijo: —Bueno, rezaremos a la Virgen, que es tan buena, y Ella lo arreglará todo.
Hacia el atardecer se despidió. «Parecerá cosa singular, escribe Viglietti en su diario, sin embargo, creo no exagerar si digo que en ningún lugar hemos encontrado tanto afecto y tanta veneración por don Bosco, como en esta familia. El mismo don Bosco me lo decía.»
CAPÍTULO 3: ¡TIBIDABO!
Ocurrió el 5 de mayo de 1886. Así narra el historiador el acontecimiento: «Hoy don Bosco celebró la misa en casa de doña Dorotea, donde se quedó hasta el mediodía con la familia: visitó después a la marquesa de Comillas. Allí fue don Luis Martí para acompañarlo a la iglesia de Nuestra Señora de la Merced. Éste es un célebre santuario de la Virgen, muy querido por los barceloneses y meta de frecuentes peregrinaciones. Cualquier forastero, que sea creyente y pase por Barcelona, no se va sin pasar a saludar a Nuestra Señora de la Merced.
Por esto también don Bosco, la víspera de su des
pedida de Barcelona, quiso ir allí a rezar y a dar gracias a la Santísima Virgen. Conocida su intención, fueron muchos los que se agolparon en los balcones, en las aceras y en la iglesia. Le recibió a la puerta un nutrido grupo de nobles señores, que le acompañaron hasta el presbiterio, donde fue invitado a sentarse en un puesto especial. Frente a él había un coro de muchachos, que cantó, con acompañamiento de orquesta, la Salve Regina; después se realizó un acto, que bien podemos calificar de histórico. Pero, antes, hay que exponer los antecedentes. Entre las colinas que en forma de anfiteatro coronan Barcelona hay una, la más alta de todas, que domina la ciudad, los valles y llanuras colindantes y las ciudades vecinas. No sería fácil imaginar un paisaje más encantador que el que se divisa desde allí; por eso, fue siempre lugar de reuniones para los ciudadanos y para los forasteros. La colina se llama monte Tibidabo. —Para perpetuar el recuerdo de vuestra venida a esta ciudad, se han reunido los señores aquí presentes y, de común acuerdo, han determinado cederos la propiedad del monte Tibidabo, a fin de que en su cima, que amenazaba convertirse en el semillero de irreligión, se levante un santuario al Sagrado Corazón de Jesús, para mantener firme e indestructible la religión que, con tanto celo y ejemplo, nos habéis predicado y que es noble herencia de nuestros padres.Entonces don Bosco, profundamente conmovido, respondió: —Estoy confundido ante la nueva e inesperada prueba que me dais vuestra religiosidad y piedad. Os lo agradezco; pero sabed que en este instante, sois instrumentos de la divina Providencia. Al salir de Turín para venir a España, iba pensando en mi interior: Ahora que está casi terminada la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en Roma, hay que estudiar la manera de promover cada vez más la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Y una voz interior me tranquilizaba asegurándome que encontraría los medios para cumplir mi deseo. Esta voz me repetía: Tibi dabo, tibi dabo! (Te daré, te daré). Sí, señores; vosotros sois los instrumentos de la divina Providencia. Con vuestra ayuda, surgirá pronto sobre este monte un santuario dedicado al Sagrado Corazón de Jesús; en él tendrán todos comodidad para acercarse a los santos sacramentos y se recordará por siempre vuestra caridad y la fe, de la que me habéis dado tantas y tan hermosas pruebas».
Aquellas palabras estaban llenas de emoción y conmovieron a todos los que las oyeron. Después de bendecir a la multitud, acompañáronle a la sacristía, donde firmó en el registro destinado a recoger las firmas de los renombrados visitantes del Santuario. Salió del sagrado lugar, consciente de haberse comprometido a una empresa cuya ejecución no podría ver ni siquiera en sus principios; pero en la primera reunión capitular, que se convocó a la vuelta de su viaje el día veintiséis de mayo, dio a entender cuánto empeño tenía en ella. Sus sucesores recogieron religiosamente el voto del Fundador. Entre tanto, antes de que acabase el mes de mayo, en la cumbre del Tibidabo, bajo la dirección de los Salesianos y con la ayuda de personas devotas, se levantaba una capilla gótica, con la cual empezaba el Corazón de Jesús a tomar posesión del lugar.
CAPÍTULO 4: UN POCO DE HISTORIA
En la segunda mitad del siglo XIV un sacerdote, «Fray Francisco Soler, con algunos varones prudentes, desengañados del mundo», se retiraron a las faldas de la montaña que semicircunda Barcelona en donde habitaron «unas celdillas» para hacer vida eremítica a imitación de San Jerónimo. El valle perdió su antiguo nombre y los comarcanos lo llamaron «Collado de los ermitaños de San Jerónimo». Éstos recordando los parajes de Palestina habitados por dicho Santo, fueron bautizando los lugares más destacados de las cercanías con nombres bíblicos: Valle Hebrón, Monte Carmelo, TIBIDABO. Estos nombres han quedado definitivamente ligados a la orografía barcelonesa.
En 1393 doña Violante de Bar, esposa del Rey Juan I de Aragón, se interesó por estos ermitaños. Viendo su extrema pobreza, fundó un monasterio de Jerónimos, trayendo de Valencia ocho religiosos de esta Orden. Los ermitaños se fusionaron con dichos religiosos ingresando en el monasterio que ambos reyes dotaron con rentas y fincas, entre las que se encontraba el Monte Tibidabo.
En 1822, ante los apuros económicos por que atravesaban los monjes, vendieron en pública subasta varias de sus posesiones. Entre ellas figura un «bosque llamado Tibidabo», según la lista oficial del Estado. En 1876 varios señores adquirieron, en común, la cumbre del citado monte. Al frente de ellos figuraba Delfin Artós, Presidente de las Conferencias de San Vicente Paúl. Parece ser que el móvil de tal compra fue el impedir que en la cúspide del Tibidabo se edificase una capilla protestante o una casa de juego.
A) La ermita
El 30 de mayo de 1886 se empezaba a construir en el punto más alto de la montaña una ermita que se conserva en la actualidad adosada al templo superior. Se bendijo un mes más tarde, el 3 de junio, sábado; y al día siguiente, domingo, se celebraron en ella dos misas. De esta manera, antes de que pasaran dos meses de la entrega de los terrenos a don Bosco, quedaba en la cumbre una señal bien clara de su destino a gloria del Corazón de Jesús.
La ermita es de pobres líneas góticas y alcanza una altura de ocho metros. Su planta es cuadrada de poco más de dos metros de lado. Una reja de casi tres metros de altura deja ver su interior, con la imagen del Sagrado Corazón sobre un altar de metro y medio de largo por cuarenta centímetros de ancho. Queda sólo un mínimo espacio para el celebrante: el monaguillo tiene que colocarse fuera.
Los materiales fueron subidos sobre albardas, pues en aquellas fechas ninguna carretera llegaba a la cumbre. Consérvase el nombre y la fotografía del arriero, Joaquín Piquet, que murió a los 83 años en 1951. Tenía 18 cuando se levantó la ermita. Parece que los albañiles pasaron varias noches de aquel mes de junio al raso para alargar su jornada de trabajo intenso a lo largo de un mes.
Durante cincuenta años una lápida hacía constar: «Fue costeada por la caritativa dama barcelonesa la sierva de Dios doña Dorotea de Chopitea». Fundadora de unas 25 obras benéficas de Barcelona, fue clarividente en decidir, realizar y financiar esta humilde construcción con toda premura: era un aviso palpable de que en adelante no se podía disponer arbitrariamente de aquel descampado, ya que había sido ofrecido al Sagrado Corazón de Jesús. Era una eficaz toma de posesión de la cumbre.
(Continuará)
Publicado con el expreso permiso de la web oficial del Templo del Tibidabo.