“Alma mía, toma la cruz con gran consuelo que ella sola es el camino para el cielo”, decía santa Teresa la Grande.
Pero hoy nadie quiere ya la cruz. A Cristo lo han dejado solo, pendiente del madero. Sí, solo…porque nadie quiera ahora ya la cruz. Ahí está solitario y abandonado. El hombre moderno no quiere saber más de Él y todo lo centra en sí mismo.
La sociedad se volvió antropocéntrica. No fue de un día a otro, sino paso a paso, como toda conjura. Aún aquellos que se dicen sus amigos lo han abandonado también y han dejado de predicar la cruz para predicar al hombre. Y cuando se predica al hombre se deja de predicar a Dios. Y si Dios estorba hay que adecuar su doctrina a las máximas del mundo. Y hasta muchos de sus propios ministros traicionan la doctrina perenne e inmutable y olvidan esa cruz que hoy tanto molesta y estorba.
Dicen que se ha vuelto obsoleto el sacrificio para convertirlo en algo gozoso. No es menester para ellos repetirlo incruentamente, mejor es -dicen- realizar un mero memorial, solo el recuerdo de una cena protestante. Pero eso sí, un memorial festivo. Un ágape fraternal donde todo es gustoso regocijo. Sin embargo, el cordero sigue ahí pendiente de ese madero. Solo, olvidado, desechado por el hombre de hoy. Su sangre vertida es rechazada por muchos y la hacen infértil para sí mismos.
Han despreciado su sacrificio y ya muchos no creen en su eficacia ni que el sacrificio del altar es el mismo del Calvario. Por ello bailan, aplauden y tocan música ensordecedora propia de un cabaret y no de la Casa santa de Dios. Por eso muchos comulgan sacrílegamente en pecado grave, porque han perdido la fe de lo que hacen. Por lo mismo, tantos y tantos que se dicen creyentes han dejado de creer las verdades más básicas y fundamentales de su fe y han hecho de la moral una medida a su gusto y conveniencia.
Y, sin embargo, Señor, Tú sigues ahí esperando nuestra conversión. Permíteme -pese a mis tantas fallas- ser un Cirineo que te acompañe, mi Dios y Creador. Quiero -como decía el apóstol- predicar a Jesús y a Jesús crucificado. Porque la Cruz es el verdadero y único camino para el Cielo.
Hermenegildo Matamoros