Dicen que Benedicto ha dejado los mandos del vehículo… y que los ha cogido un tal Francisco. Lo cierto es que desde entonces, los pasajeros estamos sufriendo saltos constantes que nos tienen con el alma en un vilo, como si nuestro coche hubiese abandonado los caminos seguros y fuese lanzado campo a través o por los caminos más peligrosos e impensables por donde nadie creería que podíamos estar transitando.
Además, con Francisco al volante, el coche se ha saltado ya varias barreras de control de la policía, sin detenerse, como en las películas de delincuentes que se fugan y arramblan con todo. Semáforos rojos ya ni se puede llevar la cuenta de los que se ha saltado, pero lo de las líneas rojas de estas barreras ya es demasiado grave para hacer como que no pasa nada, y que nadie le quite el volante a este peligro constante.
Una de esas barreras se la saltó cuando hizo publicar en las Actas de la Sede Apostólica “como magisterio” su carta a los Obispos de Buenos Aires en la que les decía que sí, que ésa es la interpretación correcta de Amoris Laetitia y no hay otra: el adulterio no impide el acceso a la sagrada comunión. Luz roja, línea roja, barrera, muro… le da igual, se lo salta todo. Y los pasajeros, de todo hay: algunos atónitos, otros dormidos a pesar de lo accidentado del viaje, otros disfrutando del paisaje, otros animando al conductor a saltarse más barreras, pues parece que le han cogido el gusto.
Hay quien dice que a este chófer lo pusieron un grupo de farsantes, que se infiltraron en la compañía para un día hacerse con el control de ella y quebrarla. Pues no podían haber escogido a mejor chófer para llevar a la ruina a esta empresa de transporte.
Lo triste es que no hay reacción apenas por parte del consejo de administración. El coche, destrozado, los pasajeros, secuestrados y llevados en dirección opuesta: su destino era paradisíaco y están muchos, siguiendo a Francisco, a punto de precipitarse por un barranco infernal.
Y a esto hemos llegado en este viaje, a los barrancos. De modo que, con la forma tan peligrosa de conducir de este chófer tan peculiar… cabe pensar que en cualquier momento dé un volantazo y precipite el vehículo hacia un terrible accidente del que el coche ya no se pueda recuperar, muchos pasajeros perezcan irremediablemente, y otros queden malheridos del cruel choque se van a llevar, sobre todo porque no están advertidos del peligro que corren, y el susto cuando vean que se van barranco abajo será monumental.
Gracias a Dios que algunos han despertado a tiempo, y no siguen al chófer. Cuando el coche se despeñe, estarán en lugar seguro. Pero muchos otros siguen somnolientos, incapaces de advertir el choque tan brutal que les espera. Cuando el coche se despeñe, por la maniobra del chófer, no entenderán nada, estarán sin capacidad de reacción… Muchos no entenderán que el coche no era la empresa, que es mucho más que un vehículo. Y que el Dueño de la empresa providenciará medios para que los que estén dispuestos a llegar al final, arriben a su paradisiaco destino.
Pero advertidos quedan, señores viajeros, no sigan en el coche de Francisco, que lo lamentarán. Es peor que un peligro al volante, peor que un kamikaze, es un calculado terrorista que sabe cómo secuestrar el coche sin que mucha gente se entere, cómo saltarse todas las reglas de tráfico haciendo pensar a muchos que guarda los mismos códigos de circulación de siempre, y que planea destruir el coche con todo el que siga dentro, y lo consumará en cualquier momento. En cualquier momento. Tras saltarse las barreras… el abismo ya no está lejos.
Bonifacio Gómez de Castilla