El pasado jueves día 16 saldrá en los anales del disparate por méritos propios, pues la faena bergogliana fue de dos orejas y rabo. De puerta grande. Sabemos que hay católicos para los cuales la Sede Apostólica se halla vacante desde la muerte de Pio XII en 1958, pues consideran usurpadores a Juan XXIII y todos los papas que le siguen. A éstos se les denomina sedevacantistas. Pues a juzgar por el continuo “in crescendo” de los disparates bergoglianos no creo que tarden en surgir los sedeaberrantistas.
Bergoglio, en declaraciones improvisadas el día 16, en el mismo discurso, dijo por un lado, que “una grande maggioranza dei nostri matrimoni sacramentali sono nulli” (una gran mayoría de nuestros matrimonios sacramentales son nulos). Tan escandalosa es la metedura de pata que hasta el mismo Vaticano en la transcripción de las palabras textuales de Bergoglio ha realizado una alteración, sustituyendo “mayoría” por “una parte” o “una porción”. [1]
Pero dijo lo que dijo, y hay videos que atestiguan sus exactas palabras, derogando por su cuenta el canon 1060, que establece una presunción “iuris tantum” de validez de todo matrimonio sacramental. Esta disposición significa que la validez de todo matrimonio sacramental se presume, salvo prueba fehaciente en contrario, y en caso de duda, se ha de estar por la validez. Por esa razón las causas de nulidad matrimonial siempre -y cuando digo siempre, me refiero a siglos- se han instruido y resuelto por tribunales compuestos por jueces expertos en la materia, dado que la nulidad ha de probarse, por razones de elemental seguridad jurídica de los fieles y del pueblo de Dios, pues ni los casados pueden permanecer en el sinvivir de la duda (“¿será válido mi matrimonio?”), ni es justo tampoco para el pueblo de Dios que quienes aparecen ante los demás como casados se hallen bajo sospecha o duda de su condición de tales.
Por si esto fuera poco, a continuación, en el mismo discurso, refiriéndose a los que cohabitan sin casarse y tiene hijos, dijo que “he visto un montón de fidelidad en estas cohabitaciones, y estoy seguro de que es un matrimonio de verdad, que tienen la gracia de un matrimonio real a causa de su fidelidad”. Esto empeora sus declaraciones, incurre en una grave injusticia, pues sustrae la presunción de validez a los matrimonios sacramentales, ¡y afirma que son matrimonio quienes meramente viven en concubinato!
Sobre estas situaciones de cohabitación sin casarse, pudiendo hacerlo; dice Bergoglio también en el mismo discurso- : “Ellos prefieren cohabitar, y esto es un desafío, una tarea. No preguntar “¿por qué no te casas?”. No, acompañarlos, esperarlos, y ayudarles a que maduren, ayudar a la fidelidad a madurar”. Otra vez el mantra del acompañamiento. Será acompañarlos en el pecado, pues la Iglesia siempre ha enseñado que los bautizados están obligados a la forma sacramental del matrimonio cuando deciden unirse, y que quienes cohabitan (“se arrejuntan”, en castizo) , y en tal situación tienen relaciones sexuales, pecan de fornicación. Por tanto, la obligación de un sacerdote -no digamos de un obispo- es advertirles de que dicha situación es un pecado y que deben casarse, previa confesión sacramental.
A mí, la verdad, estas palabras “No preguntar “¿por qué no te casas?”. No, acompañarlos, esperarlos, y ayudarles a que maduren, ayudar a la fidelidad a madurar” me parecen más propias de un sociólogo o un psicólogo que de un sacerdote. Ese mantra de “acompañar” en una situación de pecado -por otra parte, en estos casos, facilísima de resolver- en vez de advertir del pecado, me recuerda las palabras de la Virgen en Garabandal: “muchos sacerdotes, obispos y cardenales van por el camino de la perdición y arrastran consigo muchas más almas”.
A su vez, decir que la cohabitación sin estar casados -una situación de pecado de fornicación si hay relaciones sexuales- es “un matrimonio de verdad, que tienen la gracia de un matrimonio real a causa de su fidelidad” al mismo tiempo que declara privados de la presunción de validez a los matrimonios sacramentales, viene a ser algo así como llamar a lo malo bueno, justificar al impío mediante cohecho -adaptar la Iglesia a la ideología mundana-, y quitar al justo su derecho; o sea, más o menos hacerse acreedor –y se hacen acreedores también los demás que callan ante esto- a la terrible sentencia proclamada por el profeta Isaías (Is. 5, 20-25):
“¡Ay de los que a lo malo llaman bueno, y a lo malo, bueno (…) los que justifican al impío mediante cohecho, y al justo quitan su derecho (…). Por esta causa se encendió el furor de Yaveh contra su pueblo, y extendió contra él su mano, y le hirió; y se estremecieron los montes y sus cadáveres fueron arrojados en medio de las calles. Con todo esto no ha cesado su furor, sino que todavía está su mano extendida”.
A continuación, en segunda entrega, que será dada en breve, Dios mediante, comentaré ciertas manifestaciones bergoglianas relativas a Judas Iscariote y Gestas, realizadas también en el mismo discurso del día 16, y que son aún peores que éstas.
Rafael Laza
[1] https://www.youtube.com/watch?v=0IcbhHS-onA
Sedefinita.
Apoc 13:11Y vi otra bestia que subía de la tierra; tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero y hablaba como un dragón.
¡Excelente!, es que es muy bestia lo que está pasando:
“..y estoy seguro de que es un matrimonio de verdad, que tienen la gracia de un matrimonio real a causa de su fidelidad”. Esto empeora sus declaraciones, incurre en una grave injusticia, pues sustrae la presunción de validez a los matrimonios sacramentales, ¡y afirma que son matrimonio quienes meramente viven en concubinato!”