Regresaba del “encuentro mundial de las familias” en Irlanda, es decir, de una nueva mofa de la doctrina y de la moral católica, orquestada desde Roma y con la anuencia de Bergoglio, dando la palabra a personajes como James Martin, el jesuita (¡otro!) que promueve que los homosexuales se besen en Misa, que enseña que “los católicos LGTB no están obligados a practicar la castidad” y que fue a Irlanda a echar la bronca a las familias católicas (como Bergoglio) por no “acoger suficientemente” a los homosexuales, y que para la Diócesis de Málaga, en su página web, es “uno de los autores espirituales más importantes”. Habría que preguntar de qué espiritualidad, si luciferina.
Y de regreso, se desayuna con el dossier Viganò. ¿No querías taza? ¡Pues taza y media! ¿Que hay que homosexualizar la doctrina católica? ¡Pues que se vean tus vergüenzas! Él, tan locuaz en sus entrevistas con los periodistas en los vuelos… se quedó esta vez sin palabras. No supo por dónde salir. No dijo nada… y ya sabemos, que el que calla, otorga. Simplemente pidió a los periodistas que saquen sus propias conclusiones del dossier. ¡Y se queda tan ancho! Le están acusando directamente, con pelos y señales de encubrir y promover a jerarcas homosexuales activos, depredadores sexuales que tenían en los seminarios y parroquias sus lupanares sodomíticos particulares, corruptores de menores,… ¡y no tiene nada que decir! Quizá porque no tiene cómo defenderse, porque las evidencias son tumbativas.
Él y los secretarios de Estado y altos prelados de Roma y Estados Unidos… una red de enemigos de la fe y la moral católicas que usaban la Iglesia como su cortijo de favores, influencias, negocios… y perversiones. El hecho de que Bergoglio se alinee con los depravados y sospechosos, como Danieels, Maradiaga o McCarrick… dice mucho. Ya dice el refrán castellano: dime con quién andas y te diré quién eres. Y Bergoglio no se rodea precisamente de hombres santos y que amen la Iglesia.
Pero quizá no se trate tan sólo que sean sus “amigos”, a los que hace favores, sino que puede que sea al revés: esta camarilla putrefacta de infiltrados en la Iglesia, desde la mafia de San Galo a las redes homosexualistas romanas y americanas, a los clérigos masones y filo-masones de todo pelaje… pueden muy bien haber sido quienes han conseguido la renuncia de Benedicto (quien suspendió a divinis a 700 sacerdotes y obispos) y quienes han aupado a uno de “los suyos”, a un “Papa” a su medida. Todo apunta en esta dirección. Las sospechas de que la renuncia de Benedicto XVI no haya sido válida son cada vez mayores, como que hasta hay Obispos que se atreven a afirmarlo, como Mons. Henry Gracida. Sí, todavía quedan algunos hombres valientes.
Es una pena. Es una pena que tenga que ser este escándalo el que haga tambalearse a Bergoglio, porque por muy grave que sea, no es tan grave como las blasfemias y herejías que ha estado soltando impunemente estos cinco infames años y medio. Pero bienvenida sea la bocanada de aire fresco que ha dejado con sus vergüenzas al aire a estos altos prelados pero muy bajos de moral. Ahora ¿qué va a pasar? No se sabe. Bergoglio estará intentando ganar tiempo, defender su imagen, distanciarse con una nueva carta o medidas de cara a la galería. Pero te han pillado y lo sabes. Aunque nunca miras de frente, a partir de ahora, si es que tienes una pizca de vergüenza, se te tiene que caer la cara muy, muy abajo.
Dice el refrán castellano que a todo cerdo le llega su San Martín. Que la matanza fuese en la fiesta del gran santo que combatió el paganismo y evangelizó la Galia, tiene su simbolismo. A Bergoglio no se le puede comparar con San Martín, sino más bien con el puerco, no sólo por promover el lobby sodomítico y pervertido que pretende desnaturalizar la Iglesia y que campa a sus anchas, sintiéndose, hasta ahora, protegidos; sino también porque le ha llegado la hora de la matanza. Más le valdría que le atasen una piedra de molino… Y si no se inmola en esta vida y sigue impenitente, queriendo destruir y dividir la Iglesia, que sepa que peor será el castigo divino.
¿Acaso no estará dándose ante nuestros ojos lo que describe el segundo capítulo de la segunda carta de San Pedro?
Bonifacio Gómez de Castilla